Hablemos de: BULLYING

Dados los recientes acontecimientos sucedidos en nuestro país y la proximidad de esta fecha que invita a la reflexión y revisión de nuestras pautas de convivencia, creemos oportuno compartir con ustedes algunas ideas.

El término fue creado a comienzos de los años ‘90 por el psicólogo sueco Dan Olweus, a partir de estudios sobre el suicidio adolescente y el acoso escolar en los años ‘60 y ‘80.

Se puede considerar el fenómeno del bullying como una forma grave y específica de conductas agresivas hacia individuos determinados (Cerezo, 2001).

El bullying no son burlas, ni apodos, o peleas aisladas, es una conducta constante e intencional que busca humillar al otro y está sostenida por un público. Es el hostigamiento entre iguales de forma sostenida en el tiempo, de forma sistemática e intencional, donde hay una desproporción en la autopercepción de fuerza de unos y de fragilidad de otros.

Es un fenómeno que involucra al que agrede, al que es agredido y al entorno que participa de observador o alentando, que provoca un sufrimiento generalizado, condicionándose el desarrollo de todos.

Es ese silencio, complacencia, temor o aliento que alimentan el fenómeno.

Es un fenómeno que involucra al que agrede, al que es agredido y al entorno que participa de observador o alentando, que provoca un sufrimiento generalizado, condicionándose el desarrollo de todos.

No es un fenómeno nuevo pero las redes sociales lo han agravado en tanto no queda circunscripto a la relación cara a cara o al momento que se está en el colegio o club. No hay descanso. Por lo cual, estrategias que antes se creían efectivas, como “alejate”, “no te relaciones con esa persona”, cambios de colegio, etc. no funcionan.

Las consecuencias del exceso de virtualidad se ven hoy. Los padres tuvimos que darles tecnología a nuestros hijos sin muchos acuerdos previos ante la pandemia y este se transformó no solo en el lugar de aprendizaje, sino también de socialización.

En pandemia los niños y adolescentes perdieron hábitos: de jugar con otros, de estar en comunidad, de responder a un adulto; a algunos les es difícil relacionarse si no es con una pantalla de por medio. Tanta virtualidad termina provocando que no haya registro de que del otro lado hay otra persona, que no es un avatar, no es un muñequito, tiene sentimientos, no se le puede decir cualquier cosa, pierden conciencia del efecto que tienen palabras o fotos o “me gusta” en el anonimato y despersonalización del entorno virtual.

No solo se perdieron aprendizajes, lo que se perdió tiene que ver con lo afectivo. Se perdieron habilidades: de aprendizaje, de estudio, de vocabulario, de espera, de empatía.

En lugar de hacer hincapié en la autodefensa, tenemos que enseñar a los niños y jóvenes a no “atacar” y mostrarles, con intervenciones oportunas que los haga sentirse protegidos, cuidados y valorados. Aquí también entran en juego los espectadores de las situaciones injustas y abusivas. Hay que enseñar a empatizar y a emprender acciones concretas para aliviar el sufrimiento del otro.

NOS PREGUNTAMOS …

¿Cuáles son las normas, prácticas, valores que protegemos? ¿Cómo nos cuidamos y cuidamos de otros?

¿Estamos ayudando a que nuestros hijos internalicen la idea de que tienen que convivir con otros, semejantes o no, independientemente de que sean amigos?

¿Brindamos adecuadas oportunidades de encuentro con pares y desarrollo de habilidades sociales? ¿Somos modelo de interacciones respetuosas? ¿Encarnamos en casa, viviéndola, una cultura de aceptación, amabilidad y compasión?

Material recomendado:

“Defensas contra el bullying” – Fundación Atlético Madrid

ℹ️ Guía para familias – Programa Kiva

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